Durante el último año y medio, todos los integrantes de la institución al igual que prácticamente la humanidad completa ha debido adaptarse a un nuevo estilo de vida, este que dicta nuevas normas de convivencia para resguardar la salud de quienes somos partícipes de algo tan escencial para el hombre: convivir con sus pares.
Pero hay un grupo selecto, que lejos de los cuarteles ha debido sortear de manera más estricta todo lo nuevo, nuestros Directores Honorarios. Son ellos quienes que con más de 25 años siendo parte de Bomberos de Chile son catalogados por la autoridad sanitaria -y por razones obvias- como población de riesgo. Si, ellos mismos que ayer juraron dar la vida de ser necesario y entregaron su vida completa al servicio de quienes lo requerían, hoy se han llevado la parte más dura: acostumbrarse a estar lejos de sus compañeros, de sus cuarteles y de toda actividad bomberil.
La avanzada edad que por lo general nuestros Directores Honorarios tienen a cuestas, ha incidido directamente en las restricciones que han recibido por cortesía de esta pandemia literalmente maldita, que ha azotado al mundo entero y que ha quitado miles de vidas humanas, mientras que otros luchando por su vida han quedado con secuelas, las cuales han afectado directamente las vidas de quienes lo padecen. Es ahí dónde las restricciones toman sentido. Nuestros queridos "viejos" -como les decimos en forma cariñosa valga destacar- y su valiosa sabidruía son todo lo que queremos cuidar. Sus experiencias siendo traspasadas a las generaciones actuales y futuras son de una riqueza invaluable, y no queremos darnos el lujo de no poder seguir contando con todo esto que sabemos que, tarde o temprano, volveremos a recibir con normalidad en cada reunión de Compañía o en alguna de sus acostumbradas visitas.
La avanzada edad que por lo general nuestros Directores Honorarios tienen a cuestas, ha incidido directamente en las restricciones que han recibido por cortesía de esta pandemia literalmente maldita, que ha azotado al mundo entero y que ha quitado miles de vidas humanas, mientras que otros luchando por su vida han quedado con secuelas, las cuales han afectado directamente las vidas de quienes lo padecen. Es ahí dónde las restricciones toman sentido. Nuestros queridos "viejos" -como les decimos en forma cariñosa valga destacar- y su valiosa sabidruía son todo lo que queremos cuidar. Sus experiencias siendo traspasadas a las generaciones actuales y futuras son de una riqueza invaluable, y no queremos darnos el lujo de no poder seguir contando con todo esto que sabemos que, tarde o temprano, volveremos a recibir con normalidad en cada reunión de Compañía o en alguna de sus acostumbradas visitas.
Los bomberos somos gente de respeto, nuestra principal jerarquía se basa en los años, antigüedad constituye grado. Se valora y venera la experiencia y cuando uno de esos hombres experimentados se nos va, la despedida es con honores acorde a sus años de servicio, pero en este año y medio de pandemia no hemos podido hacerlo.
Se nos han ido grandes hombres; Juan Martínez Soto, Hernán Rubio Pérez, Humberto Mardini Malollán, Ramón Pinochet Venegas, hombres que llevaron en sus cuerpos la historia de nuestra compañía, dos de ellos fundadores, historia viva de la bomba Manuel Rodríguez Erdoíza que ha partido en silencio. Para ellos no hubo banda de guerra ni antorcha, nuestras sirenas lloraron cada partida pero la despedida es una deuda que ya no podremos cumplir, por eso ahora no nos sentaremos a llorar su partida si no que a celebrar su vida, su legado y a vivir día a día las enseñanzas de esos hombres que escribieron en añosos libros el futuro que vivimos hoy.
Bomberos Rubio; Martínez; Mardini y Pinochet... PRESENTE.